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Marina Gold y su hermanastro, Daniel, habían crecido juntos desde que sus padres se casaron hace unos años, pero siempre habían mantenido una relación distante. Sin embargo, esa distancia comenzó a desvanecerse una noche, cuando, después de una cena tranquila, ella se fue a su habitación. Daniel no se esperaba lo que sucedería a continuación. Marina, con la mirada fija en él, lo llamó desde la puerta de su habitación, con una expresión que no había visto antes. Ella le confesó que lo había estado espiando mientras se duchaba, observándolo tras la rendija de la puerta. Su voz temblaba entre la vergüenza y la sensualidad.
Daniel, incrédulo y sorprendido, no supo qué responder al principio. Nunca había pensado en Marina de esa forma, pero al escuchar su confesión, algo dentro de él cambió. Su mente se llenó de imágenes de esas noches en las que él pensaba que estaba solo, bajo el agua caliente, mientras ella lo observaba en silencio. La tensión sexual en la habitación se hizo palpable, y aunque ambos sabían que lo que sucedía no era correcto, una atracción inevitable comenzaba a nacer entre ellos. Ella con una sonrisa coqueta le mostró uno de sus juguetes sexuales favoritos, un dildo enorme y grueso.
Marina, ahora a pocos centímetros de él, habló en susurros. “Quería satisfacer mis ganas de ti con este juguete”, le dijo, y en ese momento, Daniel sintió un deseo arrollador que jamás había experimentado por ella. El roce de sus manos al encontrarse fue suficiente para encender el fuego de la pasión que ambos habían reprimido por tanto tiempo. Aunque sabían que lo que hacían debía quedarse en la sombra, en ese instante, poco les importó hacer ruido cogiendo como si lo hubieran contenido por meses.
Un hombre de 60 llamó a su vecino joven, un tipo atlético de 20, para que le ayudara con unos arreglos en la casa. El chico aceptó sin pensarlo, siempre listo para ayudar. Mientras revisaban, el viejo le dijo que tenía que salir y lo dejó solo, sin imaginar lo que iba a pasar luego.
El joven, sin apuro, seguía revisando cuando escuchó a Marina, la chica caliente que vivía allí, en su cuarto estudiando. No pudo evitar acercarse y, al asomarse, la vio concentrada en sus libros. Marina le sonrió, y él se quedó quieto, sintiendo cómo la tensión sexual empezaba a subir entre los dos.
Marina, notando la situación, le preguntó algo sobre lo que estudiaba, que curiosamente era sobre reproducción. El tipo empezó a explicarle, pero la charla se fue volviendo más caliente hasta que dejaron de hablar y se tocaron. Lo que empezó como una conversación terminó en una explosión de deseo, con ambos disfrutando del momento como si hubieran estado esperando eso desde siempre.
María, una joven de 19 años, se encontraba en el sofá, charlando con Roberto, el viejo amigo de su padrastro. La conversación comenzó de manera ligera, hablando sobre música y películas, pero poco a poco fue tomando un tono más personal. Roberto, con su sentido del humor y su confianza, la hacía reír, y en algún momento comenzaron a hablar de temas más íntimos, como las relaciones y el deseo. Cada palabra parecía acercarlos más, hasta que las miradas que se cruzaban ya no eran tan inocentes.
El ambiente en la sala cambió cuando una pausa prolongada se instaló entre ellos. María sintió que su corazón comenzaba a latir más rápido mientras Roberto la observaba con una intensidad que no había sentido antes. Las bromas desaparecieron y lo que quedó fue una corriente de tensión difícil de ignorar. Ninguno de los dos se movió por un instante, hasta que Roberto se inclinó ligeramente hacia ella, como midiendo su reacción. María, sin apartar la mirada, hizo lo mismo, y en un segundo, sus labios se encontraron en un beso que rompió el silencio.
El beso comenzó suave, casi tímido, pero en cuestión de segundos se volvió más profundo. Ambos parecían sorprendidos por la rapidez con la que la conversación había dado un giro inesperado. María no supo cómo llegaron allí, pero en ese momento, todo lo demás desapareció; la única realidad era el calor de ese beso que compartían en el sofá.
Abby tiene un hermanastro moreno y muy cachondo, el cual le tiene muchas ganas de follarla desde hace años, él llega de visita a la casa de su hermanastra y decide esperarla en su habitación mientras ella llega de la universidad, el moreno no aguanta las ganas y empieza a revisar los cajones de ropa de su hermanastra y encuentra uno de sus prendas interiores.
El hombre excitado y con la verga bien erecta, empieza a masturbarse oliendo los calzones de su hermanastra
Mientras se masturba y piensa en cómo se la follaria a escondidas sin que su padrastro se de cuenta, al poco rato llega Abby y se asusta al ver a su hermanastro con la verga en la mano y oliendo sus calzones, la traviesa Abby lejos de interrumpirlo, decide espiar como el joven continúa con su placentera labor.
El hombre se percata y le dice que siempre le ha tenido ganas, de manera nerviosa empieza a quitarse la camisa poco a poco acercadose a ella, dando paso a tocar, ambos se excitan y terminan follando muy duro en su cama.
Marina Gold, una mujer sensual, pasa sus días sola en casa viendo videos en su página porno favorita. Al observar al actor moreno que la excita profundamente, comienza a masturbarse imaginando cómo sería tener sexo con él o incluso con varios hombres a la vez. Mientras se entrega a sus fantasías, recuerda que tiene unos lentes de realidad virtual, y decide usarlos para hacer su experiencia más intensa y realista.
Al ponerse los lentes, Marina se sumerge en una realidad virtual tan avanzada que el actor del video parece cobrar vida ante sus ojos. Lo que inicialmente era una fantasía virtual comienza a volverse cada vez más tangible, y Marina empieza a interactuar con la versión materializada del actor. A medida que la escena avanza, Marina siente que la experiencia es increíblemente auténtica, como si el actor estuviera realmente allí.
Finalmente, el encuentro se vuelve tan real que Marina decide quitarse los lentes, descubriendo que el actor sigue presente en su habitación. Sin más barreras entre ellos, Marina se entrega completamente a él, disfrutando de un encuentro sexual lleno de placer y logrando múltiples orgasmos. Lo que comenzó como una fantasía en el mundo virtual terminó siendo una experiencia completamente física y apasionada.
Javier llegó a la casa con su maletín de herramientas, preparado para lo que pensaba sería una simple reparación de tuberías. Al tocar el timbre, el sonido de pasos suaves se acercó y, cuando la puerta se abrió, quedó impactado. Frente a él estaba Ana, una amiga de la infancia a la que no veía desde hacía años. Ambos se miraron con sorpresa, intercambiando sonrisas nerviosas mientras el pasado volvía a la mente de ambos. Ana lo invitó a pasar, y mientras lo hacía, sus ojos no podían dejar de observarse con curiosidad.
Mientras Javier se concentraba en reparar las tuberías, sentía cómo la presencia de Ana lo desconcentraba. Sus movimientos eran cada vez más lentos, y la conversación que fluía entre ellos parecía cargada de una tensión que no habían sentido cuando eran más jóvenes. Ella, por su parte, lo observaba desde la puerta de la cocina, cruzando los brazos mientras sonreía sutilmente, como si entendiera perfectamente lo que estaba ocurriendo entre los dos. Cada palabra intercambiada aumentaba esa tensión , ese deseo no dicho que ambos comenzaban a sentir.
Al terminar la reparación, Javier se levantó y se encontró con Ana a pocos centímetros. La cercanía era inevitable, y ninguno de los dos se apartó. Sus miradas se volvieron más intensas, sus respiraciones más profundas. Fue Ana quien dio el primer paso, acercándose un poco más hasta que sus labios rozaron los de él. Sin dudarlo, Javier respondió al beso, sellando en ese instante lo que había quedado pendiente entre ellos desde hacía mucho tiempo. Llevándolo a su habitación, lugar donde continuarían dejando salir el deseo contenido hasta terminar follando.