La Plomera
Reynell, un hombre atlético de piel morena, estaba en su sala haciendo ejercicios con intensidad. Las gotas de sudor caían por su rostro mientras levantaba pesas y hacía flexiones, esperando la llegada de la plomera que venía a reparar las tuberías de su lavamanos. El ambiente estaba tranquilo, y la música en su reproductor acompañaba su rutina, pero algo en el aire le hacía presentir que la tarde sería diferente.
Al sonar el timbre, Reynell se acercó a la puerta, y al abrirla se encontró con una mujer deslumbrante. Era una pelirroja de ojos brillantes, con un aire de confianza que lo dejó boquiabierto por unos segundos. "Hola, vengo a revisar el problema de las tuberías", dijo ella con una sonrisa encantadora. Mientras ella se dirigía al baño, él volvió a su rutina de ejercicios, aunque con la mente distraída. Terminó su entrenamiento y decidió tomar una ducha rápida para refrescarse.
Al salir de la ducha, envuelto solo en una toalla alrededor de su cintura, se encontró nuevamente con la plomera, quien estaba ajustando las últimas piezas del lavamanos. Los dos intercambiaron una mirada que lo decía todo, el aire entre ellos se volvía cada vez más denso. Reynell se acercó lentamente, y sin mediar palabra, la tensión finalmente estalló en un beso apasionado que encendió la chispa que había estado creciendo desde que ella cruzó la puerta.