La Masajista
Miguel, un joven universitario agobiado por los exámenes y las tareas, decidió buscar alivio en masajes recomendado por su madrastra. Recibió a la masajista increíblemente atractiva, con una sonrisa tranquilizadora que lo hizo sentir en confianza al instante. Le pidió que se quitara varias prendas para poder comenzar con el masaje, y aunque al principio Miguel se sintió caliente, la idea de liberar el estrés lo convenció de seguir sus indicaciones.
A medida que el masaje avanzaba, las manos expertas de la masajista recorrían su espalda, y la tensión de Miguel comenzaba a disiparse. El ambiente era íntimo, y la cercanía entre ambos generaba una tensión que iba más allá de la relajación. Las miradas que intercambiaban empezaban a decir mucho más que las palabras intercambiadas al principio.
Cuando quedaron completamente solos en la habitación, el joven se percata que la masajista está en ropa interior y lo único que le cubre es su bata la masajista lo acuesta y al hacerlo le empieza a masajear el pene de manera suave con tal de estimular al joven. Miguel giró lentamente, y sin pronunciar una palabra, sus labios se encontraron en un beso apasionado que le regalaba la masajista. Lo que comenzó como un simple masaje contra el estrés terminó en un momento de intensa masturbación y sexo desenfrenado.