La Abogada
Wanda Maloo, una sensual abogada conocida por su sensualidad y carisma, estaba en su oficina revisando documentos mientras su mente divagaba en pensamientos más personales. Vestía una falda corta que dejaba ver sus largas piernas y tacones que resonaban con cada paso que daba en el elegante despacho. Aunque tenía una carrera exitosa, en ese momento deseaba algo más que logros profesionales; ansiaba el afecto de un hombre varonil que pudiera hacerla sentir deseada. Justo cuando esos pensamientos la envolvían, llegó su cliente, un chico rebelde con fama de meterse en problemas, que había acudido a ella para que lo ayudara con su caso.
El joven, de aspecto rudo y mirada desafiante, no tardó en notar la belleza de Wanda. Mientras ella le explicaba los pormenores legales de su situación, sus ojos no podían evitar posarse en las piernas de la abogada, cruzadas con elegancia, lo que aumentaba la tensión entre ambos. Wanda, al darse cuenta de las miradas constantes, decidió dejarse llevar por su coquetería, disfrutando del poder que tenía sobre él. A medida que la conversación avanzaba, sus palabras se volvieron más suaves, y su lenguaje corporal más sugerente. Cada vez que el joven intentaba concentrarse en el caso, Wanda lo seducía sutilmente, sabiendo que él no podía resistirse.
Finalmente, la tensión llegó a un punto innegable. Los roces y miradas intensas culminaron en un momento de pura atracción cuando Wanda se inclinó sobre su escritorio, acercándose más de lo necesario. Él, sin pensarlo dos veces, tomó la iniciativa, y sus labios se encontraron en un beso cargado de pasión reprimida. Los papeles del caso quedaron olvidados sobre la mesa mientras ambos se entregaban al deseo que había estado creciendo desde el momento en que él entró en la oficina. En ese instante, la abogada y su cliente cruzaron una línea que no estaba en ningún código legal.