El Mañanero
Jessica Osorio se levantó temprano, decidida a preparar el desayuno antes de que su compañero de apartamento despertara. La cocina pequeña del apartamento en Bogotá siempre tenía un aire cálido. Justo cuando sacaba los huevos y el pan, escuchó pasos detrás de ella. Era Sebastián, su roomate, un hombre atlético y lleno de tatuajes que, a pesar de su apariencia ruda, siempre tenía una sonrisa despreocupada. "¿Te ayudo?", preguntó él con una voz grave, acercándose demasiado. Jessica, intentando mantener la compostura, asintió y le hizo un espacio en la estrecha encimera.
A medida que cocinaban juntos, la distancia entre sus cuerpos se volvía cada vez más reducida. Sus manos se rozaban mientras él alcanzaba los platos, y el calor que desprendía su cuerpo era innegable. Jessica sentía cómo su corazón comenzaba a acelerarse, y cada vez que sus cuerpos se encontraban, parecía que el aire se volvía más denso. Él la miraba con un deseo que la desconcertaba y, cuando sus cuerpos se tocaron nuevamente al pasarle una taza, ella no pudo evitar sonrojarse. "Perdón", murmuró, pero Sebastián solo sonrió, acercándose un poco más, su pecho casi rozando la espalda de Jessica.
Ya no había pretextos para moverse. En un impulso, Sebastián la tomó suavemente por la cintura frotándose contra ellal. Sin mediar palabras, sus labios se encontraron en un beso apasionado, lleno de esa tensión que ambos habían contenido por tanto tiempo. La cocina, el desayuno y todo lo demás desaparecieron en ese instante, y solo quedaron ellos dos, perdidos en la intensidad del momento, besándose el sexo el uno al otro.