El Cupido Jorgito El Guayaco
El 14 de febrero llegó con un aire de expectativa para Luhana, una mujer de increíble belleza que, pese a haber sido herida por su ex novio, mantenía el semblante firme. Esa mañana, él apareció en su puerta con una sonrisa culpable y una promesa de redención. Sin palabras, la condujo a una habitación decorada como si fuera el mismísimo santuario de San Valentín: serpentinas rojas colgaban del techo, globos en forma de corazón flotaban por todas partes, y en el centro, una gigantesca caja envuelta en papel brillante. Avergonzado, él le explicó que era su forma de pedir perdón por la infidelidad. Pero Luhana, implacable, lo despidió con un seco "vete", dejando al hombre derrotado y a la puerta de la salida cerrándose tras él.
Curiosa y con una mezcla de enojo y sorpresa, Luhana decidió entrar en la habitación decorada. Al abrir la enorme caja, lo que encontró no era algo común. De entre los pliegues del papel y los lazos de colores, un hombre enano vestido de cupido emergió con una sonrisa pícara. Sus alas de fantasía y el diminuto arco lo hacían ver adorable, pero algo en su mirada revelaba que también estaba sorprendido. Sus ojos se encontraron, y en ese instante, el ambiente se llenó de una tensión sexual evidente. Él, maravillado por la sensualidad y la elegancia de Luhana, se quedó sin palabras, mientras ella, sin darse cuenta, comenzaba a sonreír ante lo absurdo pero tentador de la situación.
El momento se volvió más íntimo de lo que cualquiera hubiera imaginado. El pequeño cupido, vencido por el encanto de Luhana, se acercó lentamente, y sin que ninguno de los dos dijera una palabra, sus labios se encontraron en un beso cargado de deseo y sorpresa. Luhana, inesperadamente seducida por la atención y la extraña ternura del enano, lo llevó hacia la cama donde, entre caricias y besos comenzaron a quitarse la ropa, la tensión entre ambos no podía terminar más que en una escena de sexo apasionado que nadie habría previsto para un San Valentín tan singular.